jueves, 20 de noviembre de 2008

Fortaleza

Desde hace cuatro años decidí dedicar un día de la semana al trabajo voluntario. Mi labor en un hospital especializado en niños me ha dado muchas lecciones de vida, todas venidas de personas muy jóvenes.

Durante mi estancia en un hospital, esta vez como paciente oncológica, me aferré a los recuerdos de los muchos niños que conozco y el cómo enfrentaron sus enfermedades. La valentía y el coraje que desplegaron ante mis ojos me ayudó a soportar toda la carga emocional que implicaba, en ese momento, saber que tenía cáncer y que mi operación era crucial para seguir con vida.

Todavía puedo 'ver' al adolescente de 14 años que tenía una lesión espinal y que por ello estaba inmovilizado por la tracción ejercida por bolsas llenas de arena, que le colgaban de los tobillos, y una vincha metálica con pernos que lo sujetaban de la cabeza, mientras una soga lo jalaba hacia arriba.

Este muchacho soportó el tratamiento, recuerdo que le llevaba un jugo de frutas cada sábado, lo tomaba con fruición, como podía, pues no era fácil hacerlo casi sin moverse.

No pasó mucho tiempo cuando me asombró verlo sentado sobre la cama, haciendo ejercicios para mantenerse erguido, podía ver su rostro enrojecido, que al igual que sus ojos me hacía saber todo el dolor que soportaba, mientras gotas gordas de sudor resbalaban abundantemente de su frente.

A las dos semanas ya estaba en una silla de ruedas, jugando con los otros niños, su sonrisa irradiaba una felicidad mágica. Tampoco pasó mucho tiempo para verlo caminar con la ayuda de un andador, el jovencito ya estaba recuperado, pues el siguiente sábado ya no estaba allí, había partido a su ciudad, en la sierra del Perú.

Ejemplos como ese me llenaron de esperanza y de vergüenza, de esperanza porque me enseñaron que todo se puede mientras haya voluntad, y de vergüenza por tener miedo y angustia, y no ser capaz de hacer nada por evitarlo. Mis recuerdos plagados de niños hombres me hincaron el alma, la despertaron, hicieron que se inyecte de fortaleza para enfrentar la lucha, de la que resulté ganadora.

Desde aquí rindo un homenaje a todos los pequeños que me dieron el invaluable apoyo espiritual que no he encontrado en nadie más. Su lucha fue el ejemplo del que me aferré durante todo el tiempo que permanecí en el hospital, y aun siguen siendo mis angelitos robustos, llenos de fuerza, que me hacen vivir.

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