jueves, 11 de diciembre de 2008

Después de algún tiempo te metes otra vez en mi mente y por poco me olvido que fuiste la persona que me trató muy mal, a la que le debo más de un dolor de cabeza.
Pero el recuerdo que predomina en mí, en este momento, es la forma tan experta en que lograbas hacerme sentir en nuestros íntimos encuentros. Jamás nadie ha logrado que mi cuerpo irradie tanta pasión, tanta entrega y satisfacción.

Pero allí quedaba todo. Tu calidad como persona nunca se igualó a tu impecable arte de hacer el amor, tu sensualidad y sexualidad para hacerlo merecen un sitial entre los amantes más connotados pero tu forma de tratar al ser humano que tenías al lado era tan divergente de tu delicadeza amatoria que rayaba en lo inverosímil.

A veces me pregunto por el motivo que habrás tenido en comportarte así conmigo, ¿será que me odiabas por no ser como tu querías? ¿O era que amabas a otra y no atinabas cómo zafarte de mí? Nunca sabré la respuesta, estás lejos porque así lo decidí.

Cada vez que tu recuerdo empapa mi solitario corazón me digo que no vales la pena e inmediatamente mi alma se paraliza, tú eras la causa de mis sinsabores, de mi dolor y mi angustia.

Ya puedo acostarme porque sé que dormiré tranquila, nuevamente he podido analizar toda mi vida junto a ti y me he convencido de que no vales la pena; quizá en este momento exista otra mujer que tenga el mismo malestar que sentí por ti.

Tengo sexo con otras personas que no son lo expertas que tú, no me hacen sentir en la gloria absoluta pero su amor es sincero, no se esfuma con un débil soplido lanzado por cualquiera. Y no me acerco a ellas por el puro gusto de sentir placer sino también buscando compañía, teniendo la confianza de que nos entendamos cada vez mejor en todo sentido.

Debo darme tiempo para lograr hacer de tu recuerdo tan solo un mal sueño, de esos que se borran rápidamente conforme avanza el día. Sé que lo voy a conseguir pronto porque cada día y cada mes te desvaneces paulatina pero inexorablemente también.

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